La extraña epidemia de baile de Estrasburgo que afectó a 400 personas y los retos de la medicina moderna

Pieter Bruegel De Oude De Dans Der Bruid Antwerpen

A mediados de julio de 1518 la señora Troffea se paró en mitad de una calle de Estrasburgo y comenzó a bailar. Siguió bailando todo ese día y el siguiente y el de después. No atendía a razones, bailaba y bailaba sin parar. Al final de la semana, otras 34 personas se habían unido a la danza. Cuando acabó el mes, había 400 personas bailando en la ciudad.

La epidemia de baile de Estrasburgo mató cada día a unas 15 personas por infartos, ataques o simple extenuación. Hay decenas de anotaciones médicas, sermones dominicales, crónicas regionales y actas municipales sobre el asunto, pero nadie supo nunca por qué empezaron a bailar, ni por qué no podían parar de hacerlo. Hasta ahora que parece que la medicina ha encontrado la respuesta.

Las epidemias de la danza

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No era la primera vez que pasaba. La Nochebuena de 1021, dieciocho personas comenzaron a bailar en la puerta de una iglesia de Cölbigk, un pequeño pueblo de Sajonia. El párroco, al comprobar que el estruendo no le dejaba continuar la misa, salió y les ordeno que callaran. Pero ellos lo cogieron y bailaron alrededor de él.

En 1247, un ataque similar ocurrió en Erfut, también en Alemania y poco después 200 personas murieron ahogadas cuando el puente sobre el que bailaban se hundió bajo sus pies en Maastricht, Países Bajos. Durante el siglo XVI, cuando las crónicas mejoraron, tenemos decenas de casos por toda Suiza, Francia, Países Bajos y el Sacro Imperio Romano.

¿Qué pasó en Estrasburgo?

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Esa es una pregunta que nunca hemos sabido responder con exactitud. Ni esa epidemia, ni ninguna de las muchas epidemias de baile que hubo durante la Edad Media. Y no porque no lo hayamos intentado.

La primera explicación era que, en realidad, se trataban de danzas que se practicaban en pleno éxtasis ritual por algún tipo de secta herética. Vamos, un flashmob. Una explicación que, por otro lado, no se sostiene porque en ninguno de los casos intervino la Inquisición y, de hecho, nunca se les consideró herejes sino, a lo máximo, víctimas de una posesión demoníaca.

También se ha propuesto el ergotismo como solución. El fuego de San Antonio era una enfermedad muy extendida en aquella época en la que un hongo, el cornezuelo, infectaba el centeno como Pedro por su casa.

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A partir de una sustancia del Cornezuelo se sintetiza el LSD por lo que parece lógico que un brote de ergotismo (una partida de pan en mal estado) pudiera originar este tipo de epidemias. El problema es que las sustancias químicas del cornezuelo podrían causar convulsiones y alucinaciones, pero no parece probable que puedan hacer que cientos de personas bailen durante días hasta llevarlos a la muerte.

Si hacéis una pequeña búsqueda en internet, veréis que la mayor parte de las descripciones de esta epidemia incluyen la palabra 'misterio'. Y sin lugar a dudas lo fue, hasta que John Waller, profesor de Historia de la Universidad Estatal de Michigan, tuvo una idea.

La explicación de la (historia de la) medicina contemporánea

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Los años previos a 1518 fueron terribles para Estrasburgo y toda Alsacia. Hubo hambrunas muy serias en 1492, en 1502 y en 1511. La sucesión de inviernos extremos y veranos sofocantes hizo que 1517 fuera un año con una tasa altísima de mortalidad. Durante agosto de 1517, toda Alsacia se llenó de procesiones contra la posibilidad de un brote de peste u otra enfermedad.

Los textos que tenemos de la época dejan claro que desde verano de 1517 hasta que Troffea se puso a bailar las enfermedades se cebaron con la población, el hambre se hizo más profunda y la ansiedad no hizo más que crecer. Lo que ocurrió en Estrasburgo, según Waller, fue un caso de psicosis colectiva inducida por el estrés.

Aún queda mucho por hacer

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Como la del 30 de enero de 1962, cuando tres niñas empezaron a reír en un pueblecito del lago Tanganica. En poco, tiempo 95 chavales de la misma escuela reían a carcajadas. Lo hicieron durante 16 días y originaron una epidemia que causó más de mil casos y catorce escuelas cerradas. O la epidemia de desmayos en Cisjordania de 1983 que acabó con 943 hospitalizaciones sin motivo alguno.

Aún hoy no comprendemos muy bien este tipo de fenómenos de "histeria colectiva" (como los llaman algunos) y seguramente ese es uno de los grandes retos de la medicina y la psicología contemporáneas. Normalmente dedicamos mucho tiempo a hablar de técnicas de edición genética o los retos que presentan las superbacterias, pero nos olvidamos de una parte importante del desarrollo y la investigación biomédica, la medicina y las tecnologías conductuales que nos hablan de lo que somos y de cómo nos comportamos. La tecnología también tiene un papel enorme ahí dentro.

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Fuente: Xataka
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